La educación inclusiva
Algunos autores (Calvo de Mora, 2006) definen a la educación inclusiva como el derecho de todo alumno a adquirir un aprendizaje profundo (entendiendo por tal la aproximación a la comprensión de la realidad que se vive), además del derecho de cada alumno a recibir una educación acorde con sus necesidades individuales de aprendizaje y con los potenciales que manifiesta.
El término educación inclusiva es genérico y engloba las características comunes de los movimientos educativos que están surgiendo, en la actualidad, a nivel mundial con el objetivo de conseguir que la educación escolar contribuya a reducir los procesos de exclusión social en los que se ven insertos muchos alumnos, bien por estar en una situación de desventaja sociocultural o por sus características particulares (capacidad,
género, idioma, cultura, etc…).
La educación inclusiva representa el deseo de una educación de calidad para todo el alumnado, equiparando sus oportunidades y buscando la igualdad de expectativas y la igualdad de resultados. En términos de la Conferencia de Salamanca sobre las necesidades educativas especiales se señaló que las escuelas debían encontrar la forma de educar con éxito a todos los niños (UNESCO, 1994, citado en Echeita y Sandoval, 2002). Este tipo de educación engloba a otros conceptos como el de integración escolar, respuesta a las necesidades educativas especiales, educación compensatoria y atención a la diversidad. Engloba el concepto de integración escolar, ya que aunque ha sido clave y ha supuesto un gran avance respecto a la educación especial, se considera que se ha puesto en práctica de manera restrictiva. No sólo es el alumno quien debe integrarse, adaptándose al centro, sino que los centros y el sistema educativo, en su conjunto, deben entrar en un proceso de transformación profunda de forma que haga posible una “escuela para todos”.
A su vez, transciende a la educación compensatoria porque, con frecuencia, recurre a prácticas excluyentes, por ejemplo: sacando del aula a algunos alumnos en función de sus características, con curriculos centrados en lo básico o elemental y con el riesgo de reproducir las desigualdades que pretende compensar. Las diferencias existentes entre alumnos, la diversidad, es el recurso fundamental para la puesta en práctica de la educación inclusiva.
Este tipo de educación es un constructor aglutinador de muchos aspectos distintos sobre cómo lograr el equilibrio entre la comprensividad y la diversidad, es decir, entre lo que debe ser común para todos los alumnos y la atención a la diversidad de necesidades educativas derivadas de la singularidad de cada alumno, sin generar con ello desigualdad ni exclusión (Echeita y Sandoval, 2002).
Este modelo de educación parte del principio de que la educación no se centra en la escuela, es mucho más que las actividades que se realizan en las aulas y en ella están implicados todos los agentes sociales dentro y fuera de la escuela, tales como: familia, barrio, medios de comunicación… Por tanto, afecta a la comunidad en general.
Según la teoría sistémica (Bronfenbrenner, 1987), no sólo se debe considerar el microsistema escolar tal y como está configurado, sino que la educación formal debe tener en cuenta todas las influencias que recibe el alumnado a nivel de mesosistema, puesto que considera que la relación familia-escuela son fundamentales, a nivel de exosistema en cuanto los alumnos también reflejan la influencia de otros factores, como son: el barrio, los medios de comunicación, etc., y a nivel de macrosistema, por la influencia que tienen los sistemas políticos, legales y económicos.
Dialnet-AtencionALaDiversidadYDesarrolloDeProcesosEducativ-3632700.pdf (320119)